No hace mucho le regalaron a Alma el libro de Maternidades cuir, publicado este mismo año en la editorial Egales. Como buena ratona de biblioteca, no pude resistirme a hojearlo en cuanto lo vi. Tras leer las primeras páginas, sin embargo, mi curiosidad inicial se convirtió en obsesión: lo devoré en apenas tres bocados, con el ansia que solo me generan las lecturas radicalmente significativas. Y es que apenas necesité unas líneas para entender que el libro hablaba de mí, de nosotras, de la increíble pero cierta aventura que es la maternidad lesbiana.
Desde que escribía en Encantada, siempre que te cuento que he publicado una entrada nueva me haces la misma broma: "¿Va sobre mí?". Me lo preguntas para reírte de tu presunto egocentrismo, claro, pero también porque es un hecho demostrable que casi nunca escribo sobre ti.
El hijo adolescente de una de mis vecinas es gay. Durante un tiempo, preferí no identificarlo como tal porque no quería hacerlo basándome exclusivamente en su pluma: conozco una cantidad impresionante de hombres heterosexuales que tienen mucha, así que no me gusta precipitarme. Pero cuando mi mujer lo vio dándose el palo con otro chico, las dudas (y la prudencia) se disiparon de golpe.
Cerrar el blog de Encantada fue una decisión difícil y arriesgada. A pesar de ello, en su momento la viví como una prueba de confianza en mí misma, en mi capacidad de volver a empezar desde cero y alcanzar un punto similar a aquel en que me encontraba cuando decidí dejar de publicar.